martes, 19 de noviembre de 2013

Reunión de duendes en Calcena



Hoy es un día muy especial para el duende del Moncayo. Es domingo 17 de noviembre y se dirige a la cara oculta del Moncayo, Calcena para reunirse con muchos compañeros. La llegada al lugar resulta algo peligrosa pues ha nevado por los caminos y debe conducir su trineo con gran cuidado para no tener un percance pero el deseo de llegar se convierte en casi una necesidad y supera todos los obstáculos con gran cuidado. Casi todos serán desconocidos pero eso nunca preocupa a los duendes pues una vez se juntan es como si se conocieran de toda la vida.
Allí hará amistad con duendes de otros bosques. Es curioso, se concentran en un bosque intermedio entre los lugares en los que habitan  y allí  compartirán sus experiencias.
Cuando un duende empieza a hablar con otro es como si fuera amigo suyo desde siempre. Debe ser que como viven tantos años a lo mejor en algún momento del pasado se han conocido y por lo que sea se les ha olvidado. Pero siempre queda el poso en su subconsciente y la amistad se recupera en unas horas de caminata.
Caminan juntos y comparten sus experiencias y su recorrido se convierte en un sendero suave donde las pendientes  no existen o no se nota su dureza.
La lluvia que las nubes les regala es una lluvia que moja pero no cala y el tiempo detiene todos los relojes convirtiendo 5 horas de recorrido en 3 horas de animada conversación.
Mientras conversan se van recreando en el paisaje, un regalo para sus ojos, y con la vegetación. Setas y bellotas, encinas, hayedos y manantiales. El color rojizo de la tierra les hace suponer que es una zona rica en mineral de hierro. Sobre las grandes rocas que les recibirán cuando lleguen al pueblo sobrevuelan los buitres vigilantes supervisando la marcha de los caminantes.El dolor de las heridas al caminar casi no se nota pues todo los que rodea es como una especie de hipnótico que hace olvidar toda clase de penas.
Terminará el día con una comida de todos los duendes donde los cánticos y bailes darán lugar a una despedida que no será una despedida al uso sino un deseo de reencontrarse en otros parajes que se cumplirá proximamente en otras caminatas. Seguro que sí.
(Y algún duende no se quitó su gorro en toda la jornada....)

1 comentario:

  1. Genial y divertido le ha quedado el relato "señor Duende del Moncayo" y espero que las heridas producidas a causa de la travesía le ayuden a recordar rescatar del destierro las viejas botas y que antes, debe embadurnar de grasa de caballo y asegurarse estén en condiciones de no producirle nuevas heridas.

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